Cada día tomamos decisiones en el supermercado que impactan a nuestra salud y bienestar. Aprender a descifrar las etiquetas de los alimentos es clave para elegir productos de calidad, libres de sorpresas innecesarias. Pero, ¿qué información es la que realmente importa? En este artículo te mostramos cómo leer las etiquetas de los alimentos en tres pasos básicos y comentaremos un ejemplo práctico: el de los caldos de pollo. ¡Verás lo fácil que es elegir con criterio!
Las etiquetas alimentarias están llenas de información útil, pero a veces no sabemos por dónde empezar. Estos tres aspectos son clave:
- Lista de ingredientes: es el punto de partida. Los ingredientes están ordenados de mayor a menor cantidad. Por ejemplo, si el primer ingrediente es agua, sabrás que es el principal componente del producto. Prefiere listas cortas y con ingredientes naturales.
- Tabla nutricional: aquí encontrarás el valor energético, las grasas, los carbohidratos, las proteínas y la sal. Fíjate especialmente en los azúcares añadidos, el contenido de grasas saturadas y el aporte proteico. Una buena referencia es buscar un producto bajo en calorías pero que ofrezca proteínas de calidad.
- Indicaciones específicas: busca menciones como «sin aditivos» o «100% natural». Pero no te quedes solo con las palabras bonitas: algunos productos recurren a términos que pueden ser confusos, por lo que un análisis rápido puede evitar sorpresas.
El etiquetado de caldos: una categoría a observar de cerca
Cuando se trata de caldos, entender las etiquetas es crucial. Y es que no todos los caldos son iguales: algunos contienen porcentajes mínimos de pollo y dependen de aditivos para lograr su sabor. Por eso, prestar atención a estos tres aspectos clave puede marcar la diferencia:
- Porcentaje de ingredientes principales: un caldo de calidad debería indicar claramente qué porcentaje de carne o verduras Si este dato no aparece, sospecha.
- Ausencia de aromas artificiales: los caldos naturales no deberían necesitar potenciadores de sabor.
- Valor nutricional: busca un equilibrio entre proteínas, calorías y sal. Un caldo rico en proteínas y bajo en calorías siempre será una mejor elección.
Caso práctico: el caldo de pollo Gallo
Para entender mejor cómo funciona una etiqueta bien hecha, tomaremos como ejemplo el caldo de pollo Gallo, ya que este producto cumple con los más altos estándares de calidad y transparencia:
- Ingredientes: el caldo Gallo incluye un 33% de pollo fresco, hortalizas seleccionadas como cebolla, puerro, zanahoria y apio, y agua. Este enfoque se traduce en un caldo que no depende de aromas artificiales y garantiza un sabor auténtico.
- Valor nutricional: en cada 100 ml, el caldo de pollo Gallo aporta solo 8 kcal y 1,4 g de proteínas, lo que lo convierte en una opción ligera, pero con un perfil nutricional balanceado.
- Sostenibilidad: los envases de caldo de pollo Gallo están hechos con un 87% de material reciclable de origen vegetal, un valor añadido que refleja el compromiso de Gallo con el medio ambiente. Comprar bien también significa cuidar del planeta.
¿Por qué elegir un caldo con un alto porcentaje de pollo?
En un caldo, el porcentaje de pollo no solo define el sabor, sino también el valor nutricional. Los caldos de pollo Gallo, con un 33% de carne fresca, destacan frente a otras opciones del mercado que incluyen cantidades mínimas de carne. Esto se traduce en un caldo más rico en proteínas, más sabroso, libre de aromas artificiales y con una textura similar a la del caldo de toda la vida.
Elegir un buen caldo –o cualquier otro tipo de producto- no tiene por qué ser complicado. Con esta guía, sabrás leer cualquier etiqueta de forma más consciente, para llevar a casa solo aquellos productos que realmente merecen la pena. Si buscas una opción transparente, sostenible y con sabor como el de casa, los caldos Gallo son la elección ideal.