Los caldos son uno de los platos estrella del invierno. Y es que, aunque están deliciosos en cualquier época del año, es en los meses más fríos cuando más nos apetece tomar un rico plato bien caliente. Además de ayudarnos a entrar en calor, los caldos constituyen un plato de lo más nutritivo. Si tú también eres amante de los caldos y las sopas, sigue leyendo: te contamos sus principales beneficios nutricionales.

 Los caldos son casi tan antiguos como la humanidad. Podría decirse que fue una de las primeras recetas que existieron, pues su origen se remonta a la época de las cavernas. Y, desde entonces, han sido un básico en las cocinas de todo el mundo. Pero existen un sinfín de caldos diferentes, que pueden variar en cuanto a su sabor o propiedades nutricionales, dependiendo de los ingredientes que lleven.

Tipos de caldos

Aunque existe una variedad de caldos inmensa, en función de los ingredientes que agreguemos al agua, hay algunas recetas clásicas que seguro te suenan, como las que te contamos a continuación.

Caldo de verduras: se elabora sin añadir proteínas. La cantidad y los tipos de verduras y hortalizas que añadamos al agua pueden variar, aunque nunca puede faltar la cebolla, el puerro, la zanahoria o el apio, además de hierbas como el perejil –entre otras-. Los caldos de verduras, además de ser la opción perfecta para veganos y vegetarianos, aportan vitaminas y minerales y son ideales para usar como base de otras recetas.

El caldo de pollo: también conocido como fondo blanco, se obtiene a partir de la cocción de huesos, cáscaras o restos de carne de ave, junto con verduras y hortalizas frescas. Además de ser un plato nutritivo y rico, es ideal como base para preparar cremas y purés o para mojar guisos, arroces, hidratar el cous cous, o elaborar salsas.

El caldo de pollo es uno de los más nutritivos, ya que, además de aportar las vitaminas que aportan los caldos de verduras, (entre ellas, la A, la B y la C), minerales y proteínas, contiene hierro, presente en la carne. Por supuesto, esto también ocurre con el caldo de pollo con jamón ibérico y con el caldo de cocido.

El poder curativo de los caldos

Además, los caldos se han empleado desde tiempos inmemorables como remedio para numerosas afecciones, como, por ejemplo, las molestias intestinales. Y esto tiene su explicación científica, ya que, especialmente los caldos elaborados con huesos de carne, contienen glicina: un aminoácido esencial que facilita la digestión y favorece la regeneración celular. También aportan minerales como el calcio, el magnesio o el fósforo; y una gran cantidad de proteínas biodisponibles, resultado de la cocción a fuego lento, la clave principal para obtener un buen caldo.

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